Pax et bellum, de José Ignacio Matute
Finales de la guerra de la independencia española, François, un soldado francés, se encuentra atrapado en una caseta de madera en medio de una feroz batalla. La caseta, un refugio improvisado y precario, se convierte en el escenario de su agonía mientras el rugido del combate y el creciente acercamiento del enemigo intensifican el drama. En este ambiente de caos y desesperación, François busca alivio en la escritura de una carta, un acto que se convierte en su último intento de encontrar paz y redención.
A medida que François escribe, la carta se transforma en una ventana hacia su alma atormentada, revelando su evolución desde un joven idealista hasta un hombre profundamente afectado por el peso de sus acciones. Los flashbacks intercalados en su relato nos transportan a momentos cruciales de su vida: desde su participación en el cruel fusilamiento del 3 de mayo, donde el idealismo juvenil se enfrenta a la brutalidad de la guerra, hasta un violento combate en el que lucha desesperadamente por su supervivencia. Estos recuerdos, desgarradores y vívidos, revelan las decisiones difíciles y los momentos de horror que han marcado su transformación.
La carta, escrita con creciente desesperación, se convierte en un testimonio conmovedor de su sufrimiento interno y el profundo arrepentimiento que siente por sus acciones. François, enfrentado a la inminente amenaza de muerte y con su pólvora casi agotada, se ve obligado a confrontar la cruda realidad de su situación. La narrativa culmina en una revelación devastadora sobre el impacto emocional y moral de la guerra en su vida. En su carta, François no solo busca expiar sus pecados, sino también dejar un legado de su tormento personal y su búsqueda de redención en medio del caos que lo rodea.
José Ignacio Matute presenta su ópera prima con un cortometraje histórico que narra la historia de un soldado francés afectado por las secuelas de la Guerra de Independencia Española. En su obra, Matute recrea los fusilamientos del 3 de mayo de Goya, consolidándose como una de las promesas emergentes del cine aragonés, a tan solo 18 años.
